Juan 15:4

“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí” (Juan 15:4).

Pasaje del Evangelio de Juan, capítulo 15

“«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.

2 Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.

3 Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié.

4 Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.

5 Yo soy la vid, ustedes los sarmientos El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer.

6 Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.

7 Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.

8 La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.

9 Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor” (Juan 15:1-9).

-Versión: el Libro del Pueblo de Dios

Te invitamos a leer la continuación de este pasaje bíblico aquí.

Permanezcamos en Jesús para dar fruto

Este hermoso pasaje del evangelio de Juan nos hace volver a lo esencial de la vida cristiana, y nos revela lo que Jesús espera de cada persona por medio de la ilustración de la vid. Lo anterior nos permite comprender que, aunque su mandamiento es sencillo, abarca todos los aspectos necesarios: se trata de obedecer la ley del amor, es decir, permanecer en Jesús, y, por ende, permanecer en la Voluntad Divina. Además, en estas líneas Jesús se compara a la vid verdadera que reemplaza a la vid del pueblo de Israel descrita en el Antiguo Testamento; para ponernos en contexto, Israel había abandonado su misión de dar fruto para Dios, por eso Jesús compara a los hombres con los pámpanos, e indica que solo pueden dar fruto si están arraigados en Él. Además, en esta comparación, el Padre Celestial aparece como el cultivador, que cuida la vid y quita los elementos malos (los sarmientos no anclados en Cristo), para que los buenos den más fruto. Tengamos en cuenta que, el hombre solo puede dar fruto permaneciendo en el Amor de Cristo y obedeciendo sus mandamientos.

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